Prevenciones en la Adolescencia
La infancia, la adolescencia y la tercera edad, son los grupos etáreos más vulnerables, y se encuentran inmersos en un sistema de salud marcado por el avance de la ciencia y sus aportes asombrosos, pero, paradójicamente, con el riesgo de excluir al sujeto mismo, a quien van dirigidas sus acciones. Un sistema que en su búsqueda de excelencia, eficacia y eficiencia, a menudo queda acotado a sólo lograr mayores beneficios y menores costos económicos.
La extensión de la cobertura, en materia de asistencia se hace un objetivo cada vez más utópico tanto por la magnitud del daño en las distintas patologías, como por la gravedad que cada una implica.
Frente a este panorama, pareciera que la prevención primaria es la que aparece como solución más viable.
El cuadro general indica que nuestros jóvenes se encuentran más
expuestos o propensos a la adopción de hábitos riesgosos, que incluyen
el consumo de alcohol y cigarrillos, el sedentarismo y la falta de
cuidados en las relaciones sexuales. Según las estadísticas disponibles
de los hospitales porteños, se ha incrementado el número de casos de
adolescentes de entre 11 y 20 años intoxicados. También se han venido
sucediendo diferentes muertes de jóvenes por excesos en el consumo de
alcohol y droga.
Por eso, resulta indispensable que se promuevan campañas de
prevención de riesgos, en las cuales también se deben señalar las
actitudes más adecuadas de padres y docentes, a fin de motivar a los
adolescentes a adquirir hábitos sanos, que excluyan riesgos severos para
su salud presente y futura. El verano es un lapso en el cual se deben extremar las formas de contención y de prevención, ya que la ausencia de las responsabilidades escolares suele dejar un tiempo libre que puede completarse con desbordes. Se debe tratar, entonces, de alentar cuidados básicos que acompañen el crecimiento y el fortalecimiento de la autonomía personal.


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